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Pedro Medina León: “Dotar a los personajes de un buen lenguaje en una novela miamense, es un reto”. Entrevista de Teresa Dovalpage La reconocida escritora Teresa Dovalpage (Cuba), conversó con nuestro autor Pedro Medina…

Zoología a dos bandas

Donde el río se toca, de Rose Mary Salum, reúne nueve relatos animales que nos vuelven un poco más humanos.

Roberto Pliego

Ciudad de México / 14.01.2023 06:27:00

Una gata observa la escena siguiente desde el alféizar de una ventana: después de un accidente doméstico, un hombre golpea a una mujer que yace de espaldas sobre una mesa para después arremeter contra una niña que ha irrumpido en el comedor por sorpresa. La escena proviene de “La gata en cuarentena”, uno de los nueve relatos que componen Donde el río se toca (Sudaquia), de Rose Mary Salum.

Pericas, monas, gatas, moscas, zancudos, hipopótamos, vacas, gallinas, cebras, no siempre animados, concurren para acompañar a la humanidad en sus enormes y pequeñas catástrofes cotidianas. Son lo que son: ejemplares del reino animal sirviendo a sus necesidades e instintos. Así que no ofrecen lecciones morales o de buena urbanidad. Son lo que son: constancias de la vida sobre la Tierra en su acepción elemental.

Pero no se trata solo de esos ejemplares, sino de quienes han erigido ciudades y sistemas filosóficos. Mientras el zancudo se alimenta de la sangre de los asistentes a un concierto, la dama que escucha con arrobo mira cómo su vecino se abalanza contra ella y hace volar su peluca. La vergüenza se impone al embrujo estético y da paso a una pantomima tan efectiva como Una noche en la ópera de los hermanos Marx. Salum prefiere, sin embargo, la gravedad de la muerte, queriendo quizá sugerir que es el vínculo más fuerte entre los animales y los seres humanos. A tal estado de ánimo pertenecen “La mosca en la sopa”, “Donde el río se toca” y “La gallina cocinada”, una adaptación a ras de suelo de “La gallina degollada”, de Horacio Quiroga.

Lejos de las diatribas redentoras de Peter Singer, o de las luchas de los colectivos vegetarianos por renunciar a los placeres de la carne, Rose Mary Salum perfila un universo donde algunos (pues no caben todos) de nuestros compañeros en el infortunio ecológico y la devastación de los sistemas naturales son orgullosamente ignorados, como el hipopótamo de peluche que al final de “El trío” yace despanzurrado sobre el pavimento. Y esto sin lloriqueos frente al micrófono ni golpes de pintura a los girasoles de Van Gogh ni invocaciones al orate que conduce a los Doce Monos, sino recurriendo a la ligereza como uno de los atributos de la inteligencia revestida de ironía.

Fuente: Milenio. Lee la nota original aquí: https://www.milenio.com/cultura/laberinto/rio-toca-rose-mary-salum-critica-libro

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Sobre Rose Mary Salum

Teresa Dovalpage conversa con Pedro Medina León

Pedro Medina León: “Dotar a los personajes de un buen lenguaje en una novela miamense, es un reto”.

Entrevista de Teresa Dovalpage 

 

La reconocida escritora Teresa Dovalpage (Cuba), conversó con nuestro autor Pedro Medina León acerca de su más reciente novela Varsovia; una historia sobre la marginalidad y los bajos fondos de Miami Beach, donde el gran personaje es el Comanche, un sujeto tan miserable como entrañable, que nos llevará a conocer billares, barras oscuras, drug dealers, y aspirantes a actrices pornográficas.  

 

TD. ¿Quién te inspiró el personaje de El Comanche, tienes un modelo “real” para él?

 

PML. Como en toda ficción, el Comanche no tiene un ADN específico ni propio, es un poco de lo que he leído y visto. Dentro de las lecturas, quizá a los personajes que más se acerque sea al detective Hoke Moseley, del escritor Charles Willeford, y al Conde de Leonardo Padura. Creo que es un buen blend de ambos (uno es anglo y el otro es cubano, lo cual es una mezcla muy interesante para aplicar a Miami). Aunque también se nutre de los personajes de Elmore Leonard –sobre todo de sus libros ambientados en Miami–. Además, a eso hay que agregarle los nueve años que viví en South Beach, en los cuales siempre imaginé cómo sería crear historias de un detective venido a menos en esos ambientes marginales que tanto me gustan merodear.

 

TD. ¿Por qué decidiste escribir una novela de detectives?

 

PML. Lo que realmente quería era contar la marginalidad y la corrupción que tanto se ve en South Beach que ya he esbozado en mis libros anteriores, por eso no es coincidencia que Varsovia esté muy relacionado con Lado B, mi anterior novela. Quienes viven en esa zona o la conozcan, podrán identificarse perfectamente con los temas, los personajes, las locuras que se leen en Varsovia. El género negro es un buen vehículo para explorar esos ambientes hamponescos. Y también vale decir que soy lector del género policial. Es la literatura que, definitivamente, más me atrae. 

 

TD. ¿Qué resultó más fácil en el proceso de escritura? ¿Y lo más difícil?

 

PML. Buena pregunta…creo que nada resultó fácil. Pero lo que más me cuesta es afinar el lenguaje de cada uno de los sujetos que aparecen en el libro. Sucede que una novela ambientada en Miami, más aún en las calles marginales, tiene que tener un lenguaje muy afinado y particular. Date cuenta que acá todos hablan diferente, no existe una sola persona que se exprese igual que otra, el idioma miamense es muy particular. Dotar a los personajes de un buen lenguaje en una novela miamense, es un reto no menor pues se corre el riesgo de caer en lo inverosímil, en lo trillado, en lo empalagoso. Mientras que un lenguaje bien logrado, es un sello tan particular que me atrevería a decir que el lector no necesita más pistas ni descripciones para imaginarse al susodicho de quien se está narrando. Por eso siempre digo que en Miami hay que escribir de oído.

 

TD. Cada autor de novelas detectivescas tiene un método diferente. ¿Cuál es el tuyo? ¿Sabías desde el principio quién sería el culpable o te llegó la idea por el camino?

 

PML. Yo he aplicado el mismo método que en mis libros anteriores: voy delineando capítulos en fichas y luego escribo cuando ya lo tengo más o menos claro (más o menos porque nunca es claro el camino sinuoso de la escritura). Después a editar y editar. Me demoro mucho tiempo editando, promedio de par de años por libro. Respecto al culpable sí, sabía quién sería. Lo que mutó un millón de veces fue cómo lo haría y cómo lo enfocaría, lo digo por el tema de la segunda persona con la que lo suelo acercar al lector. 

 

TD. ¿Tienes algún autor del género al que admires particularmente?

 

PML. Con estos tres que menciono abajo son con los que claramente me siento identificado. Aunque hay muchísimos autores más que me encantan.

 

Charles Willeford.

Elmore Leonard.

Leonardo Padura.

 

TD. ¿Habrá una saga con la figura de El Comanche? Pienso en el caso del Frisancho, que se insinúa al final. 

 

PML. Estoy trabajando en una segunda entrega, ya tiene título, se llama “Novela americana”. Lo de Frisancho, si bien es con lo que cierra el libro, ya sucedió en mi anterior novela, Lado B. De hecho, como te comentaba más arriba, hay muchas conexiones entre Varsovia y Lado B en cuanto a personajes y lugares, pero ambos libros se leen de manera totalmente independiente. Rubí, por ejemplo, aparece en ambas historias. Lo mismo el bar Al Capone y lo que le sucede a Frisancho.

 

TD.  ¿Cómo te motivas a ti mismo para escribir todos los días?

PML. Leyendo buenos libros y escuchando música.

 

 

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Sobre Varsovia

Sobre Pedro Medina León

De poesía con Leonardo Padrón

El viernes 20 de mayo, estuvimos en el Instituto Cervantes presentando los poemarios Métodos de la lluvia y El amor tóxico de Leonardo Padrón. En una conversación moderada por Juan Luis Landaeta, Padrón habló sobre su oficio de creador, no sólo como poeta, sino también como dramaturgo y cronista, y compartió con la audiencia anecdotas divertidas sobre su carrera. A continuación les traemos la palabras que leyó Landaeta en referencia a la poética de Padrón. También conseguirán un enlace al video de toda la presentación disponible gracias al apoyo de Marco Purroy y todo el equipo de The Kaleidoscipic World, y los enlaces para comprar los libros. Gracias de igual forma al Instituto Cervantes y a todos los que hicieron posibles de una u otra forma este memorable encuentro.

Leonardo Padrón: El lugar del sentimiento

por Juan Luis Landaeta

Un amor feliz. ¿Es normal,
serio, útil?
¿Qué saca el mundo de dos personas
que no ven el mundo?

Un amor feliz. Wislawa Symborska.

El rayo del amor
no sé de qué hablamos
cuando hablamos de amor.

The Shining of the Sun. Fito Páez.

Es posible enamorarse de una ciudad y descubrir cómo las emociones marcan pauta en su espacio, en su abismo. La ciudad es un patio donde el amor ocurre y es ese punto de partida el que la convierte en algo más, una emoción. Así se transforma en un lugar en el que es imposible escapar del otro, quién además, se convierte en un puente para converger, fracturar, para trascendernos. El tiempo, como las ciudades, es indetenible. Los fragmentos, se encuentran para alternar su rumbo.

“El tiempo es un animal cansado.
Un viejo truco de Dios
para creerse inmortal”

El tiempo. Métodos de la lluvia.

“El silencio debe callar” dice un verso de Menester. Para hablar de la voz poética de Leonardo Padrón, parece una obviedad iniciar con la clara invitación al verbo. Pero ésta es suya.  La fascinación por el instante en que apacible, debemos comunicar nuestra semejanza. Leonardo escribe sobre personas que se buscan. Más allá del giro de la confluencia, el frenesí entre espasmos, su escritura no sabe contener su mirada, resuelta, inquieta, adicta. Me urge hablar de dónde ocurre esa mirada.

Tanto El amor tóxico como Métodos de la lluvia están situados bajo el registro de un pulso infatigable. Un espacio roto que es mucho más que la suma de sus ruinas o la vocación de sus huellas. Una ciudad que no se asfixia en los cables del tendido eléctrico, ni en los ojos que se pierden en ella y la ven por última vez. Esa ciudad inagotable, violenta, seductora, es Caracas. Abordarla, devolver sus arañazos, tenderla como una ráfaga que se siente, hacerla apunte, es uno de los principales aciertos de la poética de Padrón.

“Caracas arde
sin las conjeturas del sol.


Y el día es un alazán desconcertado.”
Última hora. El amor tóxico.

La urbe cede ante sí misma, ante lo que la solía componer. Está hecha un pedazo. Un espejo, un reloj, un abandono. “Toda ciudad es un vicio solitario” nos dice en Zona peatonal. Esta voz es la de un hombre confundido que vuelve a amar y hace de ese fenómeno un ritmo vital. Del asfalto un oficio.

Nadie quiere saber dónde está cuando está enamorado. Padrón hace del sentimiento, sitio. De la pasión, un territorio. Rastrea todos los destellos, todas las inminentes casualidades que llevan un cuerpo al otro. El sujeto que ama, combate. Parece que la congestión y el ruido existieran para confabular un nombre. La ciudad de esta voz es la ciudad de un hombre que ama y acalla el silencio para vencerlo, derrama en la página su intención fascinada, curiosa. Tóxico y feliz.  El amor, como

todas las costumbres, teme al destino. Es una silueta que no sabe sino temblar.

“Y yo lavo sus labios con los míos
rio su risa
me muslo en su muslo
me caballo en su pasto
me mordisco en su jadeo
soy noviembre en su virgo
amanezco en sus pulmones”

La casa. El amor tóxico.

La experiencia del amor en estos textos ocurre como una amenaza. Parco es por naturaleza el despojo turbio, la puerta que franquea la posibilidad de un cambio. En ese rincón de lo inaudito, reposa y se festeja el hambre incansable ante la metáfora de esa sensación, ese reducto de libertad que nos somete a él, un amor que por ser celebrado, no resulta menos confuso o efímero.

El amor que nos ofrecen estas páginas rasga la textura que tierno, concibe. La atmosfera de Padrón es la del cautivo. El hombre que acude al verbo tras su impresión. El tiempo exacto en que sabemos que desde entonces, nuestra vida no es del todo nuestra. El amor como la ciudad, puede convertirse en un castillo de balas. Padrón nos la ofrece como una extensión de los amantes, estridente, un patio que grita y que nunca logramos entender.

La escritura de El amor tóxico y Métodos de la lluvia es esa evidencia. El trazo de una gota que suma otras en el torrente, una copa que brinda por el azar de los distraídos que hacen posible el amor. Los conjuga. La línea más alta del cerro Ávila está en las manos de quien la ve. Así los amantes.

Caracas, como el olvido, insiste. Es un asalto que acierta en cada duda. La ciudad, como los amantes, permite la ruina, para volver a empezar. Es un hábito y lo sabemos. Se despide siempre. Desde el escándalo de los balcones, insiste en la punta de la lengua. Sucia. Sacra. Enferma. Vivaz. La ciudad como los amantes, ocurre adentro. Busca, como diría Padrón, el sol de los sótanos. Vuelca y emerge los materiales humanos.

Video de la presentación:https://www.facebook.com/thekaleidoscopicworld/videos/1195777650454600

Los dos libros de Leonardo los puedes conseguir en estos enlances:

Métodos de la lluvia: http://www.amazon.com/Metodos-lluvia-Spanish-Leonardo-Padron/dp/1938978498/ref=sr_1_3?s=books&ie=UTF8&qid=1464012937&sr=1-3

El amor tóxico:http://www.amazon.com/amor-toxico-Spanish-Leonardo-Padron/dp/1944407014/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1464012860&sr=8-1&keywords=el+amor+t%C3%B3xico

De Camagüey a New Hampshire

Durante mi vida de casada pasaba los veranos en New Hampshire, a la altura del lago Winnipesaukee, en un bosque a dos horas y media de la ciudad de Boston. Cada vez que se me presentaba la oportunidad de escapar de Miami durante el mes de julio, lo hacía sin mirar atrás con tal de permanecer lo menos posible dentro del infierno en esos meses de sauna obligatoria al aire libre. Ya los últimos días antes de partir me parecía que no iba a poder resistir el vapor y el solazo que castiga a la ciudad y sus habitantes durante esta época. Luego me iba lejos y esos días nublados y lluviosos, de vientos huracanados me obligaban a extrañar, como de costumbre, aquel sol que había dejado con descomedida ingratitud.

Allí la vida acontece con la misma timidez con que crecen los pinos que cubren gran parte del paisaje. Los días se desplazan de un modo suave y se apodera de mí una tranquilidad especial, con rachas recurrentes de estados placenteros, casi felices. Pero los placeres los fui descubriendo a buchitos y más bien en los últimos años. El frío húmedo, el agua dulce y la mera posibilidad de la presencia de un oso negro y hambriento cuando menos me lo imagino, no es precisamente mi idea de unas vacaciones de verano.

La casa, que es una especie de cabaña y ya cumplió los cien años, está situada justo frente al lago, en una comunidad de más o menos diez casas que han pertenecido a las mismas diez familias por más de ochenta años. El patio de la casa es un bosque que sólo en libros imaginé posible, y no me habría sorprendido toparme con algún duende refunfuñón recogiendo semillas por los senderos en los cuales paseo a menudo.

En mis paseso, tomo fotos a los diversos tipos de hongos que crecen alrededor de la casa y no miento si digo que he descubierto por lo menos veinticinco y hasta encontré, lo que para mí parecía increíble, una familia con el sombrero rojo y ampollas en blanco como sacados de un cuento de hadas. En agosto el bosque se inunda de muchísimas otras variedades. Aprendí a querer ese lugar y esa casa modesta, anticuada e incómoda que fue primero de la familia de los abuelos del padre de mis hijas, ahora de su madre, en un futuro cercano será suya y más delante pasará a nuestras hijas. Esa ha sido la intención del proyecto, construir una pequeña comunidad que conecte las generaciones de varias familias de manera indefinida por los siglos de los siglos. Es un plan ambicioso, pero debo reconocer que me habría gustado tener un tatarabuelo con ideas igual de fijas con respecto a la trayectoria de una familia.

Me siento incapaz de creer en ese tipo de empresas, me cuesta imaginar esa tradición familiar que en mi pueblo ya se ha perdido por completo. Allí domina la urgencia cotidiana de subsistir de la manera más básica y se están perdiendo los valores más básicos de una familia y sus antepasados. No siempre fue así, cuando yo era una niña recuerdo que también me movía en una tradición parecida y durante una parte del verano nos mudábamos al campo, a la casa de mis bisabuelos que quedaba en Punta San Juan, Camagüey. Allí mi bisabuelo era el administrador de una granja y había elegido un caballo que durante mi estadía era mi caballo, y durante el año escolar le escribía al animal cartas prometiéndole nuevas aventuras para nuestro próximo encuentro, cartas que mi bisabuelo le leía y luego me contestaba religiosamente.

En ese lugar mágico corríamos en el campo, jugábamos con los cochinos, apabullábamos a las gallinas y a los conejos, ordeñábamos las vacas, torturábamos ranas, bueno, yo sólo espiaba resignada entre las rendijas de los dedos de mis manos. Cuando llegaba el gran día de asar el puerco o desnucar una gallina, todos nos levantábamos a las cinco de la mañana para la gran hazaña que nos aguardaba. Mi bisabuela, que era el retrato de un ángel, hacía en su cocina almidón de yuca rallada para planchar. También hacía el pan, la mantequilla, el queso, crema, las comidas y los postres más deliciosos que he probado. Cuidaba de su jardín, las hortalizas del huerto, las flores. Se desenvolvía de manera ágil entrte múltiples tipos de puntos de tejidos, horneaba, le daba de comer a los animales. Sus labores no conocían fin, y los meses del año que pasaba en La Habana, se quejaba constantemente de no poder atenderlos.

Íbamos a caballo al pueblo más cercano, Punta Alegre, a buscar los mandados o a hacer alguna visita, pues éramos de la gran ciudad y de cierta forma los vecinos de mis parientes se maravillaban al vernos como si fuéramos extranjeros o seres del más allá, como mismo se maravillaba la gente de New Hampshire al conocer por primera vez una cubana (me consideraban una mujer exótica, de mentira, y esperaban de mí algún arrebato de cha cha chá cada vez que me movía de un lugar a otro).

Recuerdo con inmensa dicha esas semanas de mi infancia que hacíamos la gran travesía para llegar a la casa de mis bisabuelos. Guaguas, más guaguas, trenes, carricoches, mareos, vómitos y una incomodidad incomparable con lo que suele ser el viaje a la casa del lago. Luego mis bisabuelos venían a pasar el resto del verano en nuestra casa en La Habana, cerca del mar, y mi bisabuela nos contaba anécdotas de su alocada juventud y nos mimaba con sus cariños, y esos riquísimos merenguitos, raspaduras y melcochas, mientras se quejaba de los dolores de la artritis durante aquellas tardes calientes de agosto. Mi bisabuelo, en cambio, contaba los días para regresar a su casa y a sus costumbres. Todo eso se ha perdido: los caballos, los puercos, la leche, la crema, las casitas de campo, mis bisabuelos… Las familias cubanas están regadas por el mundo, y esas casas de verano se encuentran en New Hampshire y en otros lugares muy lejos de nuestra tierra. Y ahora mis olores son los de las mantas de lana, la leña que arde en las chimeneas, bolas engavetadas de naftalina, perros calientes y mazorcas de maíz a la barbacoa, en vez de el olor de los cañaverales, el melao de los centrales azucareros vecinos, la hierba fresca, los excrementos de los corrales y establos, las especias y los chicharrones de puerco.

Al amparo de la nocturnidad, en vez de una guitarra guajira nos acompañada un ukulele, o como le diría mi hija menor cuando era más pequeña, yucalady. No puedo menos que pensar en tantas noches que pasé en aquel otro campo camagüeyano, y que ahora no puedo ofrecerles a mis hijas porque gran parte de los hechos, los elementos y los lugares que tejen mi tradición se han perdido de manera irrecuperable, convertidos en melancólicos testimonios que tal vez ya no podrán pasar de generación en generación.

Grettel J. Singer (La Habana, 1973). Autora de la novela Tempestades solares  (Sudaquia Editores –  2014). Leer más sobre Grettel.

Miami 10 y 11 de junio en Books & books

Los esperamos en Books & books de Coral Gables el miércoles 10 y el jueves 11 de junio.

 

 

 

El laberinto crónico de La Habana

La Habana en una húmeda noche decembrina de 2012, se me antojaba indescifrable. Llevaba varios días tras la pista de cualquier persona que hubiese estado cerca de Hugo Chávez, el enfermo más célebre de toda la isla, pero solo conseguía fantasmas. Así las cosas decidí refugiarme en el margen, buscar a los habitantes deslucidos y genuinos del lado oscuro habanero, así conseguí a Gorki Águila y su combo punk de “Porno Para Ricardo” quienes habían ensayado toda la mañana canciones suicidas como: “Raúl, Raúl, tira los tanques. Raúl, Raúl, para que el pueblo se levante”.

 

No fue difícil toparme con ellos, la movida punk es diminuta y un amigo asturiano de Rockdelux me dio un par de teléfonos la noche anterior cuando una enfermera del Cimeq me confesó off the record que todo lo que hablábamos probablemente estaba siendo grabado y me sumió en una breve crisis de desesperanza.

 

A la mañana siguiente llamé y dos horas después, estaba con un six pack de Bucanero oyendo como resonaban los coros sincopados de un tema que le espeta a Fidel: “El Comandante quiere que yo trabaje pagándome un salario miserable (…); quiere que yo lo aplauda después de escuchar su mierda delirante. No coma tanta pinga, Comandante”.

 

En la tarde escandalizaron la inauguración de una exposición fotográfica en El Vedado adonde los invité. Cuando fuimos convertidos en personas “non gratas”, nos fugamos a un bar caro, carísimo para beber ron y escuchar los shows de turistas.

Gorki confiesa: “Sabes qué pasa en esta isla”, digo que no. Me dice: “Que no hay espacios para los tipos genuinos, tú no eres como todos esos comemieldas de Casa de América, los hijos de ministros que escriben cualquier porquería por unas fulas y ya o que amenazan a la gente para que les cuenten sus historias”. Le dije que me halagaba un montón, pero igual me veía cerca del fracaso ante una crónica que no terminaba de arrancar.

Al rato, en la madrugada y frente a la oscuridad abisal del malecón habanero, antes de dejarlo cazando jineteras descuidadas me dijo a guisa de despedida: “Hay que cuidar a los tipos como tú, a los valientes, los que no se callan. Tipos como yo que componemos, escribimos, escuchamos a los otros para que el mundo sepa lo que pasa aquí” y lo vi perderse en el lado salvaje de la vida. Yo amanecí en el este, en Alamar, luego de escuchar algunos de los mejores jams de punk y hip-hop que he presenciado. Pero eso ya es otra historia.

Me desperté lleno de ganas de buscar las voces que nadie escucha, oír el rumor del margen, los testimonios de gente que sí quería a Chávez y de otras personas que lo adversaban pero que no estaban insertas en los oscuros círculos del poder habanero. A inicios de 2013 publiqué varias historias en el diario y, semanas después, un libro que recogía el puzzle endemoniado de dos países, Cuba y Venezuela, sumidos en la tensión de una agonía personal cuyas repercusiones nacionales aún se sienten.

 

II

 

Cuenta la antigua tradición iraní que el joven Arda Viraf fue escogido para visitar la gloria paradisiaca, el infierno candente y los purgatorios posibles. En uno de los antiquísimos cantos de sus aventuras llega, luego de una travesía larga y fatigosa, a una suerte de limbo donde la nada se cristalizaba en una quietud inmóvil.

Era un no-lugar donde la vida transcurre sin esperanzas pero sin dolor, sin pasiones y sin interés alguno, pero sus habitantes le decían a Viraf que era mejor estar allí que en los rigores del infierno o los exquisitos placeres del Paraíso ignoto. Nuestro joven Arda, esa especie de Virgilio oriental, se fugó corriendo de ese reino al inferir que era una de las mil presentaciones del hogar de los condenados.

En la isla de Cuba los años noventa fueron la viva representación de ese  no-lugar en el que sueños, pasiones, ideales y vidas se estrellaron contra el pragmatismo férreo de un naufragio económico. Poco importaba la “perestroika” de Yeltsin que acabó con la economía planificada más grande del mundo y, de paso, siquitrilló a la Unión Soviética sino lo que fulminó amplios sectores de las finanzas cubanas fue la evaporación de cinco mil millones de rublos anuales (más ayuda militar) en cuestión de días.

Eso generó en La Habana (y en Cienfuegos, y en Santiago, y en Holguín etc. etc.) un ambiente irreal donde el tiempo parecía detenido mientras el hambre atizó las infinitas formas de la decadencia cuya triste comparsa son las jineteras y los pájaros que deambulan por el malecón al ocultarse el sol. Fueron los tiempos del camello (gandola/autobús/motorizada) y las balsas donde miles de cubanos se debatían entre sudar una vida con pocas esperanzas pero, según los medios oficiales, con gran dignidad revolucionaria o ser devorados alegremente por los tiburones.

Fue la época en que Orlando Luis Pardo Lazo decidió ceder a sus inquietudes científicas y estudiar, en una tierra donde no habían proteínas animales y muchas veces nada físico que llevarse a la boca, Bioquímica. Entregado a la especulación científica en una sociedad marcada por la carencia me parece verlo transmutarse en números y hojas, en pizarras oscuras con signos de cal donde el ideal platónico de vivir con el espíritu entre los dientes para deglutir mejor las ideas, era alcanzado gracias al ayuno obligante.

Para Orlando la iluminación científica estaba más cerca de los faquires sangrantes que del bonachón Epicuro de Samos. Sé que caminaba kilómetros para llegar hasta la facultad, atravesaba la ciudad durante horas cual montaraz isleño viendo a los otros alumnos encerrados en los camellos cual ataúdes móviles, sólo para enmacetarse frente a los científicos en esas aulas calcinantes de la Universidad de La Habana.

Poco a poco sus intereses se alejaron del estudio de la Tabla Periódica con sus elementos, átomos, cálculos, órganos, corpúsculos, glándulas, sustancias, minerales, virus, atanores, ácidos, bases, pipetas, matraces y mecheros para fundirse en el crisol del discurso literario, la blogósfera, fotografía y el videoarte que se convertirían en las disciplinas permanentes de su oficio vital.

Todo esto lo sé porque me lo contó de viva voz hace unos meses, cuando nos hicimos amigos y exploramos juntos esa cubanidad terrestre que tiene la rara geopolítica tropical de una ciudad como la capital cubana.

Orlando fue mi Arda Viraf y yo me convertí por esos días de diciembre de 2012 en un confesor fraterno que se dejó guiar por el inframundo habanero, conociendo un trópico resistente donde la disidencia se paga caro, y la diversidad de opiniones entraña largas estancias en “el tanque” como llaman a las prisiones.

Recuerdo que una mañana cualquiera me encontré con Orlando y deambulamos por la calle México de Guanabo, yendo a ver a Pedro Juan Gutiérrez. De repente me espetó: “Somos pocos pero estamos cambiando. Hoy aquí, mañana no sabemos pero hay que seguir en esto”. Y entendí que se refería a múltiples cosas: a la resistencia contra los Castro, a su vida como blogger y escritor cubano, y a un romance que lo inquietaba por esos días.

 

Enamorado de una mujer difícil, imposible; Orlando paladeaba el aire mientras me la describía. Demiurgo del lenguaje, el escritor dibujaba a su amada mientras el sol metálico nos derretía las neuronas y no encontrábamos la casa de Pedro Juan. Enceguecido por esa fiebre de sol, ese cafard caribe comprendí que se refería a Ipatria y que en un juego vital metalingüístico terminé metido en la historia de Orlando, siendo uno de sus personajes desesperados y analíticos.

 

Después de ver al chulo mayor, al Minotauro narrativo de Centro Habana que es Pedro Juan, caminamos largo rato por Miramar. Íbamos a visitar a otro amigo dueño de una terraza envidiable desde donde el océano es un lienzo de brillo aguamarina. En las terrazas de Miramar no se ve la mar, se respira y nos inunda oreándonos frente al horizonte vasto, mineral.

 

Allí me entregó un ejemplar de Boring Home, varios de sus videos y las maravillosas fotografías de La Habana que son una muestra de su sensibilidad única, tentacular que le permite forjar ficciones y fijar realidades con sólo cliquear un obturador o el mouse de la computadora. Fueron las imágenes que me inspiraron este libro de crónicas y el profundo cariño por las calles habaneras que nunca conocí mejor.

 

Sé que por estos días ese Arda Viraf, greñudo y barbado, que es Orlando está fuera de su purgatorio habitual en La Habana. Está suelto por el mundo, ahora en Estados Unidos, mañana no sabremos donde, explorando y escribiendo nuevos infiernos, paraísos improbables y purgatorios portátiles.

 

 

III

 

Hacer crónicas, reportajes de investigación y semblanzas son las únicas líneas de trabajo que me interesan desde hace varios años. No concibo este oficio sin esos géneros puesto que detesté el periodismo informativo cada año de clase que tuve en la facultad de mi pequeña universidad. Escribo estas historias porque en los descuidos de mis profesores, obsesionados en aburrirnos, descubrí a Truman Capote, Norman Mailer, Tom Wolfe, Jimmy Breslin, Gay Talese, Hunter Thompson, Gabriel García Márquez, Germán Castro Caicedo, Germán Carías, Ben Amí Fihman, José Roberto Duque, Sergio Dahbar, Daniel Santoro, Julio Villanueva Chang, Jon Lee Anderson, Oriana Fallaci, Ryszard Kapucinski, Gore Vidal y tantos otros maestros.

Creo que la entrevista debe ser el más arriesgado de los géneros periodísticos por su azar experiencial que resiste las metáforas más locas. He tenido entrevistas que son un acto de seducción constante y las he tenido que recuerdan al pánico frente al pelotón de fusilamiento. Una gran entrevista pasa del placer a la tensión espinosa, constantemente, cosa que el lector agradecerá al leerla.

Y el reportaje combina todas las técnicas periodísticas que conocemos con el fin de mostrarle al lector el reflejo de una problemática, describir una situación o comprobar una hipótesis. Hacer un buen reportaje requiere de maestría y dominio en la técnica, suele ser fruto de un esfuerzo colectivo entre periodistas y editores por lo que conlleva grandes dosis de humildad y, sobre todo, ubica al reportero en un lugar único: partir de la certeza de que los periodistas no sabemos nada, condición imprescindible para intentar comprenderlo todo y así ofrecérselo a nuestros lectores. Sin buenas entrevistas es imposible hacer un reportaje.

Me divierte hacer inmersiones y leer como un condenado cuando trabajo con mis entrevistados y personajes, intento rastrear esas historias pequeñas que contienen verdades universales. Aunque suene trasnochado y cursi, sí pienso que un buen reportaje, una denuncia o una crónica pueden ayudar a cambiar  la situación en nuestros países. Sobre todo cuando se enfrentan presiones desde diversos frentes para acallar informaciones o desviar la atención mediática, como es moneda común en nuestros países.

También creo que éste no es un oficio para cínicos y estoy convencido de que el periodismo es la más bella de las empresas inútiles por ello no cejo en mi empeño por seguir formándome para continuar con la apuesta más alta que es ponerme en el lugar del otro, en cada entrega.

Todo eso lo recordé en La Habana hace varios meses cuando intenté descifrar sus calles como ese laberinto crónico que son, repletas de historias y personajes. Y todo eso es parte de lo que quiero que los lectores encuentren en “El último rostro de Chávez”, cuando lo lean.

 

Albinson LInares (San Critobal, Venezuela – 1981) Autor del libro El último rostro de Chávez (Sudaquia Editores 2014). Leer más sobre Albinson

 

DC El 09 de abril en Pórtico

Esta semana en Viceversa 06/Abril/2015

6 de Abril, 2015
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Semana del 6 de Abril

Esperamos que disfruten la lectura de este nuevo número de ViceVersa.

Alejandro Varderi: El silencio de la memoria

⇢ Mariza Bafile
Mónica Sordo: Uno de los sitios donde más me gusta diseñar es en el metro

⇢ Dais Sarcos

Un río caudaloso

Corrupción y podredumbre, por un lado; integridad y probidad, por el otro. Así es la política en América Latina. Dos ríos diferentes, que corren paralelos. El primero, escaso en aguas, pero ruidoso y retumbante. El segundo, caudaloso pero silencioso.

⇢ Mauro Bafile

 

Eventos neoyorquinos

Jueves 09 de Abril

“16º Havana Film Festival New York” en elQuad Cinema

 

Jueves 09 de Abril
“SPAMM of Virtualism en Nueva York, Paris y Moscú” en Babycastles Gallery
Sábado 11 de Abril
“La Sangre en el Ojo con la autora Lina Meruane en McNally Jackson
Jueves 09 de Abril
“Guatemala Después: Repensar el pasado, re-imaginar el ahora” en The New School
 
Viernes 10 de Abril
De cometas y Fronteras de la directora Yolanda Pividal” en NYU
Sábado 11 de Abril
Millie and the Lords un film de Jennica Carmona” en la Casa Azul
Jueves 09 de Abril
“Concierto de Michael Sarian & The Chabones” en el Consulado de Argentina
Sábado 11 de Abril
“Empresarios, innovadores y economistas” en el Instituto Cervantes
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Esta semana en Viceversa – 23/03/2015

Semana del 23 de Marzo

Esperamos que disfruten la lectura de este nuevo número de ViceVersa.

Carlos Aguasaco: el Chapulín, Batman y Don Quijote

⇢ Mariza Bafile
Sonia Velásquez: El perdón se construye todos los días

⇢ Juan Luis Landaeta

América Latina y la izquierda latinoamericana

Hoy la izquierda latinoamericana es afortunadamente otra. O, mejor dicho, es la de siempre pero más madura y consciente de los cambios de la sociedad y de su entorno. No repudia la “Revolución Rusa”, la “Gran marcha” de Mao o la “revolución cubana”. Mas reconoce los excesos y los errores de estas.

⇢ Mauro Bafile

 

Eventos neoyorquinos

Lunes 23 de Marzo

“El collage cinematográfico de Santiago Álvarez” en el BAM
 
Martes 24 de Marzo
“Festival del cine colombiano en NY”en Tribeca Cinemas Theater
Martes 24 de Marzo
“Música y más música con VAEA y Guataca Nights @NY en Subrosa
Miércoles 25 de Marzo
“Presentación del libro de Edward J. Sullivan From San Juan to Paris and Back” en Americas Society
Jueves 26 de Marzo
“Magos & Limón en concierto” en el Lincoln Center
Viernes 27 de Marzo
“Una ciudad de estatuas y perros, de María del Carmen Pérez Cuadra” en McNally Jackson
Lunes 23 de Marzo
“Vivir para escribir: César Aira, Sergio Chejfec y Mónica de la Torre” en el instituto Cervantes
Martes 24 de Marzo
“César Aira y Rivka Galchen” en McNally Jackson
 
Martes 24 de Marzo
“Gina Brillón, Hablemos pacificamente. Stand up!” en el Instituto Cervantes
Miércoles 25 de Marzo
“Vuelve Cultura sin Límites de La Ovejita Ebooks” en el Centro Español La Nacional
 
Viernes 27 de Marzo
“Bajo fuego, de Alejandro Varderi” en McNally Jackson
Viernes 27 de Marzo
“Jesús Hidalgo: Yo camino lo que canto” en el Teatro Latea
 
Domingo 29 de Marzo
“Film screening: War Redefined, the capstone of Women, War & Peace” en La Casa Azul Bookstore
Lunes 23 de Marzo
“María en tierra de nadie”: un documental para reflexionar” en NY

 

Miércoles 25 de Marzo
“Encuentro anual de las mujeres hispanas empresarias” en Tosca Marquee
 
Martes 24 de Marzo
“México es sobre todo cultura” en el Bridge Theatre
 
Miércoles 25 de Marzo
“Los cascarones del arquitecto Félix Candela Outeriño” en la Galeria Octavio Paz
Viernes 27 de Marzo
“¿Qué español hablamos en EE.UU.?” en el Instituto Cervantes
Domingo 29 de Marzo
“Latinoamérica en construcción: Arquitectura 1955-1980” en el MoMA

 

Cinco preguntas y un poema de Raquel Abend van Dalen

1- ¿Qué es la poesía y el proceso de creación literaría para ti?

 

La poesía es una de las tantas formas de sostener las verdades de este mundo. Es el mecanismo cuyas instrucciones de uso mejor entiendo. No tengo un mejor método para decir, para ser. Al escribir poesía estoy entendiendo la realidad que me rodea, mi realidad, y en ese sentido, puedo entenderme a mí misma. Puedo ser en la medida en que me registro a través del lenguaje poético.

 

 

2. ¿Qué buscas a la hora de escribir un poema?¿Qué te inspira?

 

Más que al escribir un poema, diría que hay búsqueda al escribir una serie de poemas, lo que formaría un libro. Y en ese caso, lo que busco siempre es desarrollar una idea que me inquieta u obsesiona. Exprimir un concepto hasta agotar mi interés en él.

 

 

3. ¿Cómo sabes cuando un poema está terminado o necesita más trabajo?

 

Supongo que es como cuando uno se está bañando y llega un punto en que decides cerrar la llave del agua.

 

 

4. ¿Quiénes son las principales influencias de Raquel?

 

Las influencias van cambiando con el tiempo, pero no están limitadas a figuras literarias. También me apasiona el cine y el arte.

 

 

5. ¿Qué estás leyendo en este momento?

 

Sinceramente: en este momento estoy leyendo muchas noticias. Ese es mi material actual para escribir.

 

 

Poema XXV de Sobre las fábricas (Sudaquia Editores, 2014)

 

Cuando la lengua

ya no quiere confesar 

 

su demasía

 

por fin

se tiende

 

(derrotada)

 

a tragar

silencio.

 

 

 

Descubre más de la poesía de Raquel Abend van Dalen (Caracas, 1989) en su libro Sobre las fábricas

 

 

 

Sobre Todas las lunas por Gisela Kozak

Todas las lunas es una novela poliamorosa, humorística y de aventuras en la que ocho personajes bisexuales -Farrah, Fernanda, Gabriela, Jozef Yukio, Hans, Loren, Robin, Verónica-  se aman unos a otros simultáneamente, en un espacio y en un tiempo  en los que no existe  el Estado y las transformaciones en el arte, la ciencia y la técnica se producen con pasmosa rapidez. Estefanía, la ciudad donde todos viven, flota en las aguas  del mar pero también en los múltiples caminos de la  historia y en sus calles se lee un poema de  Sor Juana Inés de la Cruz, se ve una fotografía de Cindy Sherman, se oye un lameláfono africano y se inventan  nada más y nada menos que el avión y  la anestesia, al tiempo que se degustan comidas para todos los paladares y se revoluciona la música para piano. De esta ciudad partirán los protagonistas en un viaje en busca de Loren, uno de los miembros del clan, cuya desaparición pone en marcha un  engranaje narrativo  que involucra la dimensión interior de cada personaje traducida en escritura  (cartas, memorias, diario, crónica) y su desplazamiento, con gran riesgo para sus vidas, a otras ciudades como Tecla y Diomira y, tal vez,  la nunca vista Fumancha.

 

Gisela Kozak (Caracas, 1963). Autora de la novela Todas las lunas (Sudaquia Editores, 2013). Leer más sobre Gisela